Por qué son rentables los eventos
No
cabe duda que el momento económico actual, a nivel internacional pero
especialmente en España, no es fácil afrontar el futuro con demasiado
optimismo. Es claro y manifiestamente evidente que el número de eventos que se
celebran se ha reducido y, aquellos que se hacen han bajado el presupuesto
disponible.
Lógicamente
es difícil justificar el gasto que conlleva la organización de un evento, que
parece un acto lúdico, cuando se está despidiendo a empleados, la cuenta de
resultados ha disminuido el beneficio o, directamente, ha entrado en pérdidas,
las ventas caen, los clientes cierran,…
La
cuestión radica precisamente en afrontar el evento como un gasto en lugar de
cómo una inversión. ¿De qué tipo de evento hablamos y cuáles son los objetivos?
¿Cuáles son los objetivos de la empresa? ¿Están alineados con la estrategia a
medio y largo plazo?
Según
cuál sea la respuesta a estas preguntas el evento se afrontará como un gasto o
como una inversión. Es evidente que, como he dicho antes, no hay el mismo
presupuesto que antes, pero la táctica de la empresa no puede pasar por
volverse invisible hacia los clientes, actuales o futuros. Claro que el
presupuesto será menor, pero lo que hay que hacer es gastarlo racionalmente.
Han
pasado los tiempos de los derroches en grandes cenas de gala con shows, o de
regalos fastuosos para los asistentes, e incluso de invitar al evento a gente
que no tenía (ni iba a tener) una relación comercial directa y estrecha con el
organizador, pero no se puede pasar del todo al nada.
El
cliente necesita saber que hay una labor empresarial detrás, que se han sacado
nuevos productos o servicios, o que se han mejorado los ya existentes, que hay
un equipo comercial, de producción, de administración, de investigación e
innovación, etc. detrás de él, que se sigue apostando por ellos y que existe un
respaldo importante de la empresa que organiza el evento: una reunión de
concesionarios, de franquiciados, el lanzamiento de un nuevo producto o un
seminario de ventas.
Cuando
el evento se enfoca en el destinatario, se optimiza el presupuesto, se tienen
claros los objetivos a cumplir, cómo llegar a ellos, cómo hacer un seguimiento
y recoger las necesidades e inquietudes de los clientes (y quiero incluir a los
clientes internos: empleados), dicho evento pasa a ser una inversión en lugar
de un gasto. Quizás no inmediatamente, pero sí a corto plazo.
No
se puede estar esperando la llamada del cliente para tener contacto con él, hay
que innovar, ser creativos y ofrecer cosas nuevas, o mejoras sobre las
existentes, sin que el cliente lo pida, anticipándose y teniendo con el una
comunicación fluida a través del evento, puesto que este no es más que eso,
comunicación en directo. Y en esa comunicación en directo tenemos al cliente
interesante e interesado, a un público cautivo que, bien gestionado, y con una
oferta adecuada responderá positivamente.
Hasta el próximo artículo...